En una comunidad rural chilena muy pobre y apartada un padre de familia cuenta que, para llegar a la escuela, él y sus tres hijos - uno de ellos de 6 años - deben caminar cerca de 3 horas a pie, en condiciones ideales, cuando no llueve y el suelo está seco. Cada lunes salen de su casa antes del amanecer y llegan a la escuela cerca de las 9 de la mañana, muchas veces atrasados, con el consiguiente cansancio y sueño por el resto del día, y las consiguientes reprimendas y complicaciones por el resto de la semana y del año escolar.
La
odisea se repite, de regreso a casa, cada sábado. De lunes a viernes
los niños permanecen en el internado, aledaño a la escuela, pensado
precisamente como solución para los problemas de movilización de los
alumnos que viven lejos. Explica el padre que no pueden llegar a la
escuela en caballo pues “cuando el niño va a caballo se entuma y huele
mal. El caballo despide un humor que se pega a la ropa. Cuando se baja
del caballo, el funcionario le huele y le pone una anotación”. La
solución que propone, en nombre suyo y en el de los demás padres que
enfrentan el mismo problema, es amorosamente simple: que los niños
puedan llegar al internado el domingo hacia el final de la tarde, que
haya profesores que los reciban y que se les dé alimentación esa noche.
De ese modo, se evitarán el retraso, el cansancio y las reprimendas el
lunes. Ante el planteamiento, el director de la escuela ofrece
considerar esta solicitud. Los padres parecen contentos con el
ofrecimiento.
¿Qué
clase de “solución” es ésta? No se logra que los niños caminen menos o
dejen de caminar, sino que caminen lo mismo un día antes y
beneficiándose de una comida más.
Intervengo en la reunión, y planteo que habrían otras posibles alternativas para este problema. Por ejemplo:
Reorganización del calendario y el horario escolar:
No hay por qué pensar que la escuela tenga que ser de lunes a viernes y
todo el mes; es posible reorganizar el calendario y el horario escolar.
Puede modificarse el horario de la semana, o el de los lunes solamente,
empezando la jornada más tarde y recuperando ese tiempo en otro día o
sencillamente aprovechando mejor las horas existentes. En lugar de ir y
regresar cada semana, pueden reorganizarse los días de clase de modo de
salir solo dos veces al mes a la casa, pero por más días cada vez, como
se hace en las escuelas-albergue en muchos lugares. O bien puede
adoptarse la modalidad de alternancia -15 días en la escuela y 15 días
en la casa, o una semana en la escuela y una semana en la casa- con la
que funcionan muchas escuelas rurales en el mundo, como las llamadas
Escuelas Familiares Agrícolas.
Educación a distancia:
La educación a distancia ha sido inventada precisamente para
situaciones en las que la distancia (y el tiempo) constituye un
obstáculo mayor para educarse. Puede hacerse a través de video y la
televisión, o bien a través de materiales impresos y de la radio, en
situaciones en que - como es aquí el caso - no existe energía eléctrica.
Programas de educación a distancia, tanto para enseñanza primaria como
secundaria, y con las diversas modalidades, existen en varios países de
América Latina así como en Africa y Asia.
Modalidades itinerantes:
Hay la posibilidad de pensar en que no son los niños los que van a al
escuela, sino la escuela la que va a los niños. Hay modalidades
itinerantes en las que parejas o equipos de profesores se desplazan a
las casas y comunidades apartadas, se quedan en cada comunidad un tiempo
y luego continúan a la siguiente. Modalidades de este tipo se aplican
desde hace muchos años en países del Asia como Nepal, Tailandia o
Bangladesh.
Cambios en las actitudes y normas de disciplina, asistencia, enseñanza, evaluación y promoción escolares:
No llego a plantear esto, pues signficaría enfrentar a padres y planta
docente. Pero, evidentemente, una verdadera solución al problema pasa
por transformar las actitudes y normas internas de la escuela (y las
percepciones familares) respecto de temas clave como la disciplina, la
asistencia, la enseñanza, la evaluación y la promoción. No es posible
que una autoridad escolar sancione el olor de un niño que vive en la
pobreza y viene de tres horas de caminar o de montar en caballo: lo que
corresponde es sancionar al funcionario en cuestión, y enseñar al niño a
lavarse y bañarse cuando llega a la escuela. El niño que llega tarde
con razón justificada (qué más justificadas que la distancia y el
cansancio) no merece ser reprendido, sino atendido en esa condición, con
estrategias extras. El niño que estudia en estas condiciones debe ser
valorado y premiado por su esfuerzo y el de su familia, antes que
repirmido y condenado por la cultura escolar.
Los
padres de familia abren los ojos y asienten con cada nueva alternativa.
Profesores, director y autoridades educativas presentes se sienten algo
incómodos y seguramente incrédulos. Ninguno cree en verdad que hay
posibilidad de cambiar nada, todos creen que todo esto es imposible, que
no darán permiso en la sede central.
Mientras
no pueda pensarse en verdaderas alternativas a los problemas
educativos, en lugar de en falsas soluciones que a lo sumo parchan el
modelo escolar vigente, inadecuado no sólo para las necesidades de las
poblaciones rurales sino de todos los grupos, hablar de reforma
educativa será simplemente hablar de cosmeticología, no de auténtica
transformación: la diferencia entre "innovar" o "mejorar", y cambiar el sistema escolar.
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